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Escuela Juan Arzeno: Premios

Escuela Juan Arzeno: Premios

-Cuentos premiados en el Segundo Concurso de Escritura Escuela Nº 83 “Juan Arzeno”-

 

 

 

Estos son los cuentos premiados en el certamen, en sus respectivas categorías:

Categoría A

Turno Tarde:

 

 

-Beatriz y los tres chicos-

 

de: Santiago Silvagni

 

 

 

En las Termas Ricura, vivía Beatriz, una señorita de Matemática muy dulce, que odiaba las maldades.

Un día ella iba caminando por una calle y vio a tres chicos pegándole con una cadena a un caballo. Se las sacó de la mano y les preguntó:

-¿No les da lástima pegarle al caballo?

Uno de los chicos la miró en forma burlona y le respondió:

-Señora, nosotros hacemos nuestro trabajo para conseguir comida.

Beatriz los miró asombrada y les pidió que la esperen un segundo. Al rato, volvió con empanadas y pizzas. Los chicos le agradecieron un montón.

Al anochecer, Beatriz fue a tirar la basura y, de casualidad, pasaban los tres chicos en bicicleta. Muy contentos, la miraron y le gritaron:

-¡¡Chau, Bety!!

La señora sonrió porque iban sin la cadena

Turno Mañana:

 

 

-Juan Agüita”-

 

de: Camilo Márquez

 

 

 

Había una vez un niño llamado Juan Agüita.

Era feliz pero tenía un inconveniente en casi todos los deportes: su problema de transpiración.

Una vez que Juan Agüita empezaba a moverse no paraba de transpirar en grandes cantidades, en cantidades exageradas, increíbles.

Por ejemplo, cuando intentó con el atletismo, a la jabalina no la pudo lanzar porque se le resbalaba de las manos. Lo mismo le pasó con el testimonio cuando quiso correr la posta.

Tampoco tuvo suerte con los patines, por cada paso que hacía, un charco de agua dejaba.

Con cada deporte era lo mismo.

Pero un día descubrió, mirando los Juegos Olímpicos, que su deporte era la natación.

Después de su primera clase, el entrenador entendió que debía vaciar la pileta a la mitad porque Juan la llenaba con su transpiración.

Así ¡al fin! encontró su deporte.

Categoría B

Turno Tarde:

 

 

-La furia del jaguar-

 

de: María Luz López

 

 

 

Hace mucho tiempo en una tribu vivía el cacique y su hijo Jouse. Jouse era muy obediente, una tarde su padre le pidió que vaya a buscar alimento, él, como siempre, lo hizo.

En el camino encontró a un pequeño niño llamado Chad, le pidió que lo ayudara. Jouse lo subió a un nido de loros para que recoja los huevos y luego se los diera. Los loros se fueron pero al irse dijeron: “Ya van a ver ladrones”, cuando Chad tiró el huevo se convirtió en piedra y el segundo huevo, pasó, lo mismo. Jouse se enojó, lo dejó colgado en una rama y se fue.

Chad estaba muy asustado y más ahora que vio a un jaguar con un arco y flechas. El jaguar lo ayudó a bajar y lo llevó a su casa con su esposa que no era una hembra de su especie, si no que era una mujer humana. A ella no le gustó mucho la idea de que el chiquillo se quedara, el jaguar le mostró una gran fuente con fuego y le explicó cómo lo descubrió, cierto día el animal se fue a buscar alimento y cuando el felino no estaba más, la mujer le pegó y lo arañó, entonces el pequeño la apuntó con una flecha para asustarla y se le escapó, Chad antes de que el felino venga se llevó el fuego el arco y flechas. Cuando el jaguar llegó se decepcionó mucho y se enfureció.

Por eso es que ahora el jaguar caza con las garras y los dientes, es que le han sacado el arco y flechas, come todo crudo, porque le sacaron el fuego, cuando se acuerda de aquella mala pasada ruge y si ve a algún humano se lo come, por temor a volver a ser traicionado

Turno Mañana:

“El alemán”

de: Nuria Romeu

 

 

 

Era un lunes común y corriente, salía del trabajo, ocho de la noche, la hora exacta donde se formaba ese tumulto de gente seria con portafolios, corbatas arrugadas, mirando sus relojes. En parte yo era uno de ellos, pero en parte no, no tenía ganas de volver a casa aun, tenía ganas de hacer algo nuevo, interesante. Así me decidí por hacer algo que desde que era joven tenía ganas de hacer, fui hasta el mini-market de la esquina y compré una tarjeta de colectivo y lo esperé en la esquina, tomé el primero que llegaba, estaba casi lleno, pero un asiento al fondo al lado de la ventanilla estaba libre, me senté y empecé a mirar a la gente que pasaba, mientras pensaba. Ese había sido mi sueño: subirme a un colectivo y quedarme ahí; pensando, pasando las paradas...

Debí haberme quedado dormido, porque cuando quise darme cuenta sólo quedaban tres o cuatro personas, decidí que era el momento de bajar. Lo que más me llamó la atención fue un bar que parecía acogedor, tenía sed así que entré por un café caliente. Lo pedí con unas medialunas a la simpática cocinera cuando me lo entregaron me sorprendí muchísimo, ¡era todo casero! Rarísimo de encontrar en Buenos Aires. Ese bar tenía el olor que más me gustaba: el olor a libros viejos. Cuando salí observé el nombre: “El alemán”.

Tanto me gustó que se hizo la tradición de todos los lunes; además era el lugar perfecto para pensar mi nueva historia, sí, soy escritor, pero sólo como pasatiempo, me sirve para escapar de mi verdadera profesión: la abogacía.

Así fue que me hice amiga de la cocinera: una señora regordeta, simpática, y muuuuy charlatana; me contó que el bar había pasado de generación a generación, y que pertenecía a una familia justamente alemana.

El bar no tenía mucho materialmente: una barra de madera y alguna que otra mesa con taburetes; éramos los clientes de siempre, la mayoría de gran edad. Cada tanto entraba un grupito de adolescentes pero se terminaban yendo.

El mes siguiente tuve trabajo de más y no pude ir a mi fiel bar, pero apenas logré entregar todo, lo primero que pensé ese lunes fue ir a “El alemán”. Tomé el colectivo de siempre y bajé en la famosa parada; al principio creía que me había equivocado: ya no veía por ningún lado el querido cartel. Pero luego vi un cartel nuevo, luminoso, innovador, que decía “El alemán”; no era feo, pero no era el de siempre. A pesar de su nueva imagen decidí entrar, nada podría haber cambiado de un día para el otro. Pero me había equivocado, adentro había mesas color fluor, rebalsadas de adolescentes que formaban un bullicio insecable.

Sabía que el bar tenía algunas deudas, pero nunca me había imaginado tal punto; el bar se había transformado en algo artificial, abstracto.

Salí atónito, y miré melancólicamente por última vez a mi bar ; luego partí bajo la lluvia, buscando un nuevo lugar donde confortarme, buscando un refugio en este enorme ciudad.

4 comentarios

Alicia Borgogno -

Qué buenos cuentos! Los felicito chicos, por animarse, como dijo Lily.Me detuve en el de Nuria porque me llamó la atención su apellido.
En el secundario, tuve una profesora de Castellano en el Inst.San Antonio de Padua, que se llamaba Norma Romeu de Bendín, de Rosario.
Hace muchos años, soy de Cda.de Gómez y hace casi 45 años que estoy recibida de maestra.
Me gustaría saber si es de tu familia, nunca más supe de ella. Te agradeceré me contestes...Gracias Betty, perdón por aprovechar tu
espacio...Besos a las dos

Alicia Borgogno

Alicia Borgogno -

Qué buenos cuentos!Los felicito chicos por animarse, como dijo Lily.
Me detuve un poco más en el de Nuria porque me llamó la atención su apellido.
En el secundario tuve una profesora de Castellano de la ciudad de Rosario, que se llamaba Norma Romeu de Bendín, a quien adoré.Me gustaría saber si era de tu familia, nunca más supe de ella, van a hacer 45 años que me recibí de maestra, así que imaginate.
Te agradeceré me contestes...
Perdón, Betty por aprovechar este espacio, pero espero me comprendas.
Besos a las dos.

Alicia Borgogno

Liliana Chavez -

Perdón María Luz, por escribir rápido provoqué el error en tu nombre, mis disculpas.

Liliana Chavez -

Santiago, Camilo, María Luis y Nuria felicitaciones, a quienes incentivaron el concurso y a ustedes que se animaron a participar. A veces, cuando los escritores visitamos las escuelas nos damos cuenta que los alumnos tienen recelo de mostrar sus cosas por lo que dirán los demás, que eso no les importe, nada hay tan lindo como tener el don de la escritura, eso que incentiva la imaginación para crear cosas maravillosas como las que acabo de leer. Adelante.