Grandes recuerdos: Miguel Julio Perret
Miguel Julio Perret
1933-2012
Falleció el 20 de junio
Docente, escritor destacado por su labor literaria, asimismo por su nobleza y generosidad.
LA TAPADA *
Al cabo de los años, “la tapada” anduvo por el pueblo. Hubo quien, como queriendo revivir el pasado, la recordó en sus mejores abriles, cuando llegó al poblado en un carromato con toldo de lona pintada de colorado en donde se leía: “los títeres de Gretel”.
Mujer de plaza en plaza, mirada ladina y voz aniñada, saludaba con brazos en alto cuando el impaciente auditorio la llamaba, ¡Gretel! ¡Gretel!
La marioneta protagonista aparecía contoneándose por el estrecho escenario. Corría tras dos gatos de trapo con ojos de cuenta; les pisaba la cola y los mininos maullaban chillonamente. Luego agarraba una escoba y bailaba a trastabillazos. Con un diminuto pañuelo simulaba enjugarse el sudor. Se sacaba una zapatilla y aplastaba una cucaracha de utilería. Se ajustaba las prendas íntimas. Los chicos sonreían; los muchachos gritaban; los borrachos hacían ademanes obscenos; un viejo escupía.
Aparecía, entonces, Gigoló. La tomaba en sus brazos y la arrimaba contra el muro. La pizpireta Gretel forcejeaba por deshacerse del granuja. Polichinela entraba impetuoso y valentón. Aplausos y más aplausos. Miraba con ojos de arpía y, saltando y brincando se acercaba a los vulgares pícaros. De un manotazo arrojaba a Gigoló contra el suelo y la hacía estremecer hasta caer exhausta a sus pies.
El callejón estaba oscuro; hasta allí la siguió el rubio Romera. La titiritera se resistía, pero el rubio era un hombre de agallas y no aceptaba ni regateos ni desplantes de último momento. La inconstante Gretel le escupió el rostro. Romera la sostuvo con fiereza contra su cuerpo caldeado. Con brazo de garra la aprisionó. Brilló en la oscuridad una hoja afilada. Vióse una sombra que con ligereza de rapaz desapareció bajo los arcos de la recova.
La mujer nunca logró disimular las cicatrices. Escondía las marcas tapándose con un mantón pudorosamente acomodado al pecho con un prendedor de bazar.
Sin saber adónde, un día se fue. Sus títeres y sus marcas cayeron en el olvido. Nadie la vio desde entonces hasta el domingo cuando hizo su aparición por el barrio del mercado.
-Si es “la tapada”-dijo don Goyo.
Había envejecido, pero tras veinte años de ambular por no se sabe dónde, conservaba aún sus andares de guapa. Traía una maleta y un ramo de jazmines.
Todo el pueblo comentó que la vieron dirigirse hacia el cementerio.
Alguien identificó los jazmines blancos sobre la sepultura del rubio Romera.
MIGUEL JULIO PERRET
San Nicolás-Argentina
* extraído del libro CUENTOS POBLANOS, yaguarón ediciones. Sello editorial no lucrativo pro-fomento de la cultura regional, 1994.-
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Lily Chavez -