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LILY CHÁVEZ

LILY CHÁVEZ

Francisca Correa

 

 

Siempre creí a la anciana, dueña de esa parte del río tulumbano que terminaba justo en el hoyo de aguas profundas donde mis hermanos y yo nos bañábamos. Treinta años de ceguera le habían amaestrado los pasos. La palma de su mano reconocía cada piedra y hasta sabía el exacto lugar del adobe donde habitaban las curucuchas. Pasado el mediodía, se la veía amasar sobre el tablón, bajo una higuera que le llenaba el cuerpo de sombras retorcidas. Luego, con el cesto repleto, descendía al río a vender peperina y tortillas recién horneadas. Un palo de aguaribay, repujado por su destreza de años, la conducía segura por el borde sinuoso del curso de agua, aunque, en realidad, no lo necesitaba; cada rincón del lugar estaba impreso y a resguardo en su mente.
Por eso me extrañó la noticia. Doña Francisca murió ahogada en el foso de aguas profundas y, según dijeron, simplemente, envejeció su memoria.

    LILIANA TERESA CHÁVEZ

     CÓRDOBA-ARGENTINA

6 comentarios

Lily Chavez -

Esto sí que fue una sorpresa. Había perdido este texto y no sé de dónde lo sacaste Betty querida pero gracias fundamentalmente por devolvérmelo, en el recuerdo y a este presente que lo necesitaba. Gracias también a quienes comentaron

Mónica Castro -

Me ha conmovido este relato, tan simple pero maravillosamente dicho. Hay una sensibilidad con oficio en la mano que escribe.

Rosa Fasolís -

Precioso. Así, simplemente, precioso. como una joya. Eso es, lily: una joya. como vos. Rosita.

Rosa Lía -

Me conmovió Francisca Correa, tiene la ternura justa. Feliz año,Lily !!

raúl -

Pleno de ternura. Hermoso cuento, Lily.

Ariel Luis Fradi -

Feliz Año ,Liliana,estos días nuevo y viejos me ponen más nostálgico, le voy a mandar a mi mamá este cuento, mi vieja va a llorar, ojo, no es vieja, es rejoven y mi viejo también.
Saludos, maestra
Ariel