Francisca Correa
Siempre creí a la anciana, dueña de esa parte del río tulumbano que terminaba justo en el hoyo de aguas profundas donde mis hermanos y yo nos bañábamos. Treinta años de ceguera le habían amaestrado los pasos. La palma de su mano reconocía cada piedra y hasta sabía el exacto lugar del adobe donde habitaban las curucuchas. Pasado el mediodía, se la veía amasar sobre el tablón, bajo una higuera que le llenaba el cuerpo de sombras retorcidas. Luego, con el cesto repleto, descendía al río a vender peperina y tortillas recién horneadas. Un palo de aguaribay, repujado por su destreza de años, la conducía segura por el borde sinuoso del curso de agua, aunque, en realidad, no lo necesitaba; cada rincón del lugar estaba impreso y a resguardo en su mente.
Por eso me extrañó la noticia. Doña Francisca murió ahogada en el foso de aguas profundas y, según dijeron, simplemente, envejeció su memoria.
LILIANA TERESA CHÁVEZ
CÓRDOBA-ARGENTINA
6 comentarios
Lily Chavez -
Mónica Castro -
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Rosa Lía -
raúl -
Ariel Luis Fradi -
Saludos, maestra
Ariel