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Raúl Astorga

Raúl Astorga

-Dicen...-

 

Por estos días, la gente, los medios de comunicación, dicen tantas cosas que uno ya no sabe qué es verdad y qué no, aunque mirándolo con cierta ligera profundidad, vale la pena que todo vaya mixturándose a fin de concretar una realidad empapada de ficción. Definitivamente, qué es verdad, sino la bocanada de felicidad que puede provocarte un gesto fémino sonriendo con mirada melancólica desde la foto de un afiche o la ventanilla de un colectivo. Qué es verdad, sino esa plenitud de un instante de reencuentro con algún amor perdido en algún rincón de tu vida que ya no quisiste repasar nunca más. Entonces, lo que dicen los demás pasa a ser un escándalo con algún precedente en momentos que quisiéramos que se eternicen como el repeat de una reproductora de dvd.

Dicen que en la zona oeste de mi ciudad, donde las calles tienen nombres que huelen a tango y poesía, hay un pasillo de anchas dimensiones, donde hace tiempo se ha instalado gente de una rara calaña para los tiempos que corren. Dicen que si pasás con el 133, como si fueras hacia el aeropuerto, te inunda una sensación de que por allí hay un punto de encuentro de una tribu urbana o de un grupo de gente afecta a los conventillos de antaño, con aromas posmodernos. Dicen que aunque vengas en el colectivo distraído, leyendo esa novela que te apasiona y que al fin conseguiste en la librería de viejos, o escuchando los temas que forman parte de la banda de sonido de tu vida en el mp3 que te regalaron para tu último cumpleaños, igual te vas a dar cuenta de que por allí algo hay.

Dicen que a lo largo de ese pasillo hay macetas con todas las clases de flores del mundo, aún las que no hubieran podido sobrevivir por cuestiones climáticas. Que, aparentemente, son unos mil departamentos los que dan refugio a gente que ha decidido juntarse allí. Que hay un tipo que pintó de blanco la alta pared de su casa y que pasa películas del viejo cine argentino, proyectándola desde la ventana de la viuda del ático que está treinta metros más atrás. Que mientras la gente se junta en un patio interno a ver esas películas, él y la viuda hacen el amor incansablemente al ritmo del proyector. Que hay otro tipo que tiene por living una tanguería a la que vienen fantasmas perdidos en la madrugada que toman rumbo hacia la periferia en busca de algo que ya no existe. Que hay una minita de pelo negro azabache y un piercing junto al labio pintado de púrpura que invita a su departamento a grupos de mocosos que no hacen otra cosa que pintar figuras en cartones y vinilos para vender en las plazas y poner música electrónica a todo volumen, mientras beben algún energizante. Que hay una flaquita, alta, morocha, cual garota de Ipanema, que se junta con gente no muy normal para hablar de libros que, increíblemente, liberan por las calles, por los colectivos, por las salas de espera y no se sabe cuántos lugares más, y que pegan alaridos, cual orgasmo tardío, cuando ven en la laptop que alguien recogió un libro y lo comentó y, cuando se despiden, se van con rostro de satisfacción con algún libro a cuesta que les alegrará las tardes o las mañanas o el tiempo de que dispongan.

Dicen, además, que un atardecer cualquiera el pasillo sufrió un múltiple allanamiento por orden de un juez que respondió a la denuncia de alguna persona que no pertenece a esa rara calaña. Que los medios vinieron de todo el país para reflejar su verdad y la de los vecinos que dieron la cara ante las cámaras para decir que la policía es corrupta, que cómo puede ser, que hubo agentes que participaron del allanamiento y se quedaron jugando al truco con el jubilado del departamento 408, que organiza esa clase de torneos con porotos, pero en realidad juegan por plata, y que lo vimos y damos fe, ante las cámaras de nuestra brillante televisión argentina. Que, al final, el juez también es corrupto, porque se quedó a pasar la noche con la mujer del 666, tarotista que mientras te tira las cartas pone a Frank Sinatra de fondo para seducir descaradamente a quien venga a consultarla.

Dicen, también, que si llegás a ese lugar y entrás sin pensarlo, vas a encontrar un mundo que te va a atrapar y saldrás de allí diciendo cosas que no todo el mundo está preparado para creer, y dirán que vos decís que dicen y dicen y dicen...

RAÚL ASTORGA

3 comentarios

Federico -

Muy bueno, troesma! Como siempre!

Ariel L. Fradie -

Ese dicen que dicen está fantástico, Raúl.
Dinámico, entretenido y un sugerente humor.
Me recopa leerte.
Te mando saludos
Ariel

betty badaui -

Qué bueno, Raúl, me encantó, gracias por publicarlo