La mujer y la poesía

TÚ ME QUIERES BLANCA
Tú me quieres alba,
me quieres de espumas,
me quieres de nácar.
Que sea azucena
sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada
Ni un rayo de luna
filtrado me haya.
Ni una margarita
se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
tú me quieres blanca,
Tú me quieres alba.
Tú que hubiste todas
las copas a mano,
de frutos y mieles
los labios morados.
Tú que en el banquete
cubierto de pámpanos
dejaste las carnes
festejando a Baco.
Tú que en los jardines
negros del Engaño
vestido de rojo
corriste al Estrago.
Tú que el esqueleto
conservas intacto
no sé todavía
por cuáles milagros,
me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
¡me pretendes alba!
Huye hacia los bosques,
vete a la montaña;
límpiate la boca;
vive en las cabañas;
toca con las manos
la tierra mojada;
alimenta el cuerpo
con raíz amarga;
bebe de las rocas;
duerme sobre escarcha;
renueva tejidos
con salitre y agua;
habla con los pájaros
y lévate al alba.
Y cuando las carnes
te sean tornadas,
y cuando hayas puesto
en ellas el alma
que por las alcobas
se quedó enredada,
entonces, buen hombre,
preténdeme blanca,
preténdeme nívea,
preténdeme casta
ALFONSINA STORNI Después Todo el otoño se volcó de pronto Minotauro del sur en desquicio de abriles purifiqué serpientes que abrigaran tu torso simple y feroz oí la voz que se quebrara vertiente en negritud tras pedreras y sauces. Solo aquel viento en sequedad de remolinos amamantaba esqueletos por el aire. El presente de amores, tu presente despezonó implacable amantes heroínas fui herida entre las palmas de tus manos heridas ínfima huella levitud del orgasmo cavidad que adoleció la sima. Hubo un verano. Apenas haya eternidad para nombrarlo. Asperidad del trino Fue preciso escribirte al ritmo enrarecido de la mitad del día. No hubo abstención. ni olvido apenas fingimientos de no querer ya más / no-era-posible-así / habrá que darse cuenta. Rotos todos los cierres no me detuve ahí ni mucho ni muy poco te puse entre mi boca y busqué todavía abrazar el rescoldo salpimentar hogueras tan siquiera una noche. Dicen antiguos mitos que quien cuenta los números deshace duermevelas. Acaso el hueco frágil mordiesquee sortilegios. Ya nuestra desmesura - asperidad de brasas- se escribiera, es posible, de ataduras y atajos. Registrá, mi querida una, vos, yo, la otra queremos regularmente en femenino y singular a la intemperie y siempre, -o casi siempre- con culpa y a destiempo. LILÍ MUÑOZ Neuquén-Argentina MADUREZ
Creí saberlo todo.
Como humo
se fueron diluyendo
las certezas.
Le crecieron ojos
a mi espalda.
Mi lengua
fue más cauta,
un vientre que cuida
lo que engendra.
Sin embargo,
ahora sé
que no basta con el cielo.
Hay luz
en las gradas
que descienden
“”””””””””””””””””””
EVASIÓN
A veces se me ocurre
cortar el alambre,
hablarle a las paredes,
embarcarme sin nombre,
dejar mi valija
en puerta de otro.
LILIANA CHAVEZ
Córdoba
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