Jorge Luis Estrella
ADVERTENCIA
Debo advertir que no tengo un buen día
y es posible que ladre.
No me juzguen por eso,
mañana prometo una sonrisa y un ronroneo.
Aunque me dicen los que saben
que no debo esperar caerle bien a todos,
que debo ser yo con mis buenas,
con mis malas,
no preocuparme por el juicio de los otros.
Claro que es mejor ser amable
y dar besos y ternura
que practicar la esgrima de los gritos feroces.
Ojo que también dicen que lo importante
es enojarse frente a la mala leche
de los que nos engañan, nos estafan,
nos mienten, nos pasan por encima.
Unos dicen una cosa, otros dicen otra
pero, se me preguntará,
dejando de lado las razones ajenas,
qué es lo que opino yo.
¿Quieren que se los diga?
Guau, guau, guau, guau.
METAMORFOSIS VARIAS
Ella, cuando nació, ya tenía veinte años,
dos, cincuenta y cinco, noventa.
Iba por los mundos descubriendo atardeceres,
inventando caminos, soñando con mariposas sin alas
y Pegasos.
Cantaba los himnos nacionales de todos los países
y trabajaba para dos o tres empresas encubiertas
para poder pagarse el derecho
a quedarse mirando pequeñas metamorfosis.
Ella, cuando murió, no había nacido
y se cuenta que hubo que enterrarla en una lágrima
y poner en su tumba flores de silencio
y esperar a que maduren las ciruelas.
La extrañaron algunos mendicantes,
un gato que no la había conocido,
una castañuela que sostuvo una vez en su mano
y un compañero de trabajo con el que compartían
opiniones encontradas acerca del espacio-tiempo.
Pero algunas púberes ancianas sicodélicas,
de esas que van sembrando caracoles de olvido,
fueron a verla debutar como actriz en noviembre
con una obra que hablaba de laúdes
atacando con fuerza vibratos luminosos.
Yo no puedo mentirles, sólo sé poca cosa
de una vida tan rica en locas contradicciones
pero lo que nunca nadie podrá discutirme
es que la vi una tarde salir de una magnolia,
transitar por la lava de volcanes activos,
y llegar a mi boca con sus labios intactos.
ISLA SIN NOMBRE
Allí donde florece el humo de los pastizales
desconcertando el ritmo normal de nuestras vidas,
allí donde mi infancia hamaca madreselvas,
se encuentra exactamente una isla sin nombre.
Quiero morir en ella un poco de mi tiempo,
comentar con lo árboles la astenia de mis ramas,
olvidarme de todo lo que no tenga vuelo,
mestizarme con todo lo que tenga plumaje.
No me importa que vayan a buscarme los muertos,
que me piquen mosquitos y me arañen espinas,
no me importa que digan que es una cobardía
huir hacia un pasado de ceibos y de juncos.
Quizás, después de todo, a partir de una tarde,
cuando nadie lo piense o lo piensen los locos,
a la isla sin nombre la llamen simplemente
“rincón imaginado por el poeta Estrella.”
JORGE LUIS ESTRELLA
10 comentarios
Andrea Alvarez -
Mi admiraciòn por siempre.
Gus... -
alicia borgogno -
Mi abrazo enorme, Jorge.
Alicia Borgogno
Betty Badaui -
Que te llegue mi abrazo, también a Chabel.
Betty
Jorge Luis Estrella -
Besos mil.
Hugo Farias -
Marita Ragozza de Mandrini -
Me encantó volver a leer este autor.
Amalia López -
Cariñosamente
Amalia
Mónica Alderete -
Lily Chavez -